En teoría, enfocar la cámara debería ser sencillamente un acto mecánico, sin complicaciones ni necesidad de detalladas explicaciones. En la práctica hay que tener en cuenta determinados aspectos.
- De un diafragma a otro, las cámaras pequeñas ofrecen una zona de nitidez más profunda que la ofrecida por otras de mayor formato. Así, se ha llegado a decir (no sin cierta justificación) que las fotos tomadas con cámara miniatura son reconocibles por su tendencia a mostrarlo todo con nitidez.
- Incluso cuando se usan con toda su abertura de diafragma, los objetivos de las actuales cámaras económicas funcionan muy bien en la mayoría de casos. Con todo, no siempre se saca todo el rendimiento posible a las ventajas del llamado «enfoque diferencial o selectivo».
- Es natural que en una vista general los objetos distantes no parezcan estar lejos si se captan con tanta nitidez como el primer término, pese a que su escala es menor.
- El enfoque diferencial nos da la seguridad de que el tema propiamente dicho saldrá nítido, mientras que los demás elementos de la foto lo serán menos. De esta forma se logra que el tema «sobresalga» literalmente de lo demás, que destaque su papel de principal centro de interés ante el cual se doblegan los detalles restantes.
- Sin embargo, no hay que tomarlo como una receta infalible para hacer una buena fotografía, ni tampoco resulta adecuado para toda clase de temas. Esto se pone especialmente de manifiesto cuando se trata de fotografía en color.
- Proyectados en una pantalla, los colores intensos, saturados y, al mismo tiempo, borrosos, resultan muy irritantes, más aún si ocupan una zona apreciable de la imagen. En consecuencia, lo que importa es saber cuándo hay que recurrir al enfoque selectivo y qué temas son los más propicios. Diremos, de paso, que esta técnica se convierte virtualmente en automática cuando la iluminación es deficiente, circunstancia que con frecuencia obliga a emplear una abertura total (con la consiguiente disminución de la profundidad de campo).