jueves, 15 de octubre de 2009

Fotografiar los colores del otoño

El otoño es una estación maravillosa para fotografiar en color. La naturaleza, siempre exuberante, nos ofrece en otoño un espectáculo impresionante, incluso para el menos imaginativo de los aficionados.

Por desgracia, es muy probable que esta belleza se nos suba a la cabeza y nos produzca una especie de cos­quilleo en los dedos que nos obligue a disparar la cámara cada vez que vemos una escena o un paisaje que nos gusta, especialmente si el sol se halla «en su justo punto» y quedan pocas oportunidades de hacer la foto.

La mayor parte de quienes hacen cientos de fotografías en color estarán de acuerdo en que los mejores resultados los han obtenido fotografiando temas sencillos y estudios tomados de cerca. Es importante el esforzarse en evitar que el efecto global de una vista rica en colorido llegue a influir demasiado en nuestra capacidad de juicio.

  • La clave está en evitar la monotonía, lo cual es más difícil de lo que parece. Una veintena de fotografías en color en donde aparezca un paisaje otoñal resultará sumamente agradable, pero un centenar pueden hacerse pesadas.
  • No basta con variar la distancia y el ángulo, ni con fotografiar diversos detalles del paisaje. La única solución (a no ser que nos contentemos en dejar que los colores hablen por sí mismos) reside en combinar una percepción selectiva con una técnica cuidadosa.
  • Por regla general, las hojas de tipo más grande (tilo, castaño de Indias, plátano, haya, etc.) son más fotogénicas que sus congéneres más pequeñas (abedul, carpe, majuelo, etc.), toda vez que estas últimas son propensas a crear una imagen desmenuzada y dispersa.
  • El mejor procedimiento para medir la exposición, cuando se fotografían hojas a contraluz, consiste en acercar el fotómetro a una distancia de dos a cinco centímetros, de forma que la luz atraviese las hojas antes de llegar al fotómetro.
  • Entonces será usted quien decida cómo debe ser la foto: si una fiel reproducción de los colores o, por el contrario, si éstos deben ser más intensos o más débiles que en el original.
  • Tal vez quiera que la riqueza cromática destaque sobre el fondo. En tal caso, la exposición debe ser mínima. Por el contrario, es posible aumentar la exposición de modo que ilumine el fondo y el efecto general, a cambio de sacrificar un poco la intensidad cromática del tema propiamente dicho.
  • Las cámaras muy pequeñas son sin duda un instrumento admirable, pero la imagen que vemos en el visor es engañosamente pequeña y, por consiguiente, es fácil que pasen desapercibidos algunos detalles pequeños y superfluos.
  • El efecto de una foto de cerca puede malograrse por culpa de las hojas deformes que aparezcan en la foto. Asimismo, en las fotos de índole más general se corre el riesgo de que los resultados se echen a perder a causa de la aparición de elementos antagónicos. Antes de utilizar el visor, conviene examinar lo que hay en torno y más allá del tema. Cuando se positiva una fotografía o se ve en el monitor de su pc, los pequeños errores parecen enormes.
  • La disposición de ramitas y hojas en la zona visual no es lo único importante, sino que también lo son (casi en igual medida) el tamaño y la disposición de los espacios intermedios y circundantes. Demasiado espacio restará poder de atracción al tema; demasiado poco dará impresión de constreñimiento.
  • Algunos árboles como el pino, el alerce, el fresno y el sauce exigen cuidados extras al ser fotografiados. Muy a menudo los espacios entre las hojas son mucho mayores que las hojas mismas y hacen que sea difícil fotografiarlas de cerca.
  • Si bien el sol es una gran ventaja, son numerosas las excelentes fotografías que se han obtenido en días nublados o lluviosos. Asimismo, la neblina les da un encanto muy peculiar, aun cuando debe evitarse al fotografiar de cerca. Los bosques se hacen menos espesos y sus contrastes de iluminación más manejables.